martes, noviembre 01, 2005

Que los ruidos te perforen los dientes

Empiezo con una cita citable de este muchacho que se las trae...

Sentado frente a los apuntes con la mente totalmente en blanco me propongo uno de esos desafíos incoherentes que no se porque extraña razón uno piensa que pueden influir de alguna manera en el resultado del parcial. ¨Yo le tiro un gomazo al sombrerito mexicano que está colgado al lado del modular, y si le doy quiere decir que apruebo¨.Y tiro. Y le doy. Y festejo.Y sigo sabiendo que es obvio que me va a ir para la mierda.

...para decir que no me fue mal, sino que me fue espantosa, terrible, asquerosamente MAL, humillantemente mal, hediondamente mal, tan mal como para que no debiera darme la cara para asomarme en la facultad nunca más, tan mal como para empezar a buscar trabajo de lavacopas inmediatamente, tan mal como para decir que si me hubiera ido mal, sería bueno (mejor que ahora, en todo caso), tan mal que voy a tener que recuperar, estoy más que segura, tan mal que me da bronca, porque a pesar de mi llamémoslereticencia a ponerme a estudiar, habíalo intentado y había llegado a ver todos los temas que entraban, pero cuando estos hijos de perra se ponen exquisitos con la multiple choice no hay Atalía que aguante, la reputísima concha de la lora.
Estoy enojada.
Además tanto discurso sobre la excelencia académica, tanto discurso y esta manga de turros sacaron las preguntas del quiz del Farreras, ni se molestan en preparar algunas ellos. Y así como lo digo, no vayamos a creer que es una hipérbole dramática, después agarré y las busqué y estaban toditas en el cuestionario.
Sucios educadores truchos:

Que los ruidos te perforen los dientes,
como una lima de dentista,
y la memoria se te llene de herrumbre,
de olores descompuestos y de palabras rotas.
Que te crezca, en cada uno de los poros,
una pata de araña;
que sólo puedas alimentarte de barajas usadas
y que el sueño te reduzca, como una aplanadora,
al espesor de tu retrato.
Que al salir a la calle,
hasta los faroles te corran a patadas;
que un fanatismo irresistible te obligue a prosternarte
ante los tachos de basura
y que todos los habitantes de la ciudad
te confundan con un madero.
Que cuando quieras decir: "Mi amor",
digas: "Pescado frito";
que tus manos intenten estrangularte a cada rato,
y que en vez de tirar el cigarrillo,
seas tú el que te arrojes en las salivaderas.
Que tu mujer te engañe hasta con los buzones;
que al acostarse junto a ti,
se metamorfosee en sanguijuela,
y que después de parir un cuervo,
alumbre una llave inglesa.
Que tu familia se divierta en deformarte el esqueleto,
para que los espejos, al mirarte,
se suiciden de repugnancia;
que tu único entretenimiento consista en instalarte
en la sala de espera de los dentistas,
disfrazado de cocodrilo,
y que te enamores, tan locamente,
de una caja de hierro,
que no puedas dejar, ni por un solo instante,
de lamerle la cerradura.

(Oliverio Girondo)